Afrontar tus miedos y maestros que te ayudan en el camino

Y de repente sentí el miedo, sentí la congoja en mi cuerpo, sentí cómo mi cerebro empezaba a abandonarme para entregarse al miedo, no podía ser, es como estar en unas arenas movedizas y notar como poco a poco te va succionando la tierra.

Yo me tiré al suelo, intenté sentir la sensación de ser engullido por el miedo y por suerte logré aguantar.

Todo esto pasó el viernes. Estaba haciendo una reunión con un colega que aprecio, intentando configurar unos temas de Google Analytics (temas de marketing), cuando le pregunto que le ha pasado en el brazo que lleva una venda. Y allí se desató la caja de pandora: la peor de las pesadillas que pudiera imaginar, le pasó a este muchacho el pobre. Resulta que intentando arreglar una lámpara le explotó encima, con la mala fortuna que el cristal le rajó el brazo. La sangre empezó a brotar de su brazo, y suerte que él no es aprensivo que pudo hacerse un torniquete y pedir ayuda a los vecinos para que le llevaran a un hospital.

Me sudan las manos solo de teclear esto. Madre mía, qué pesadilla. El chico estaba solo en el piso, habría podido morir si no hubiera reaccionado.

Y en medio de esta historia que me estaba contando fue cuando mis arenas movedizas empezaron a succionarme hacia las entrañas de la tierra, de los infiernos. Al principio intenté disimular, aguantar el tipo escuchando, pero es peor, porque tu interlocutor no sabe que eres aprensivo y cada vez desgrana más detalles escabrosos del accidente y al final te tienes que desarmar y admitirlo, yo estaba sentado en la silla y me deje caer al suelo, con la mano levantada para que la viera por la webcam (estábamos por videoconferencia). No sé qué debió pensar el pobre colega, pero debió flipar, que solo con la historia ya me hiciera efecto.

Miedo. Terrible. Miedo al miedo. Miedo a no poder con la situación. Miedo a no poder superarlo. Cuanto pagaría por poder no ser aprensivo. Si pudiera hacer una transferencia bancaria y listo. Pero no, lo jodido del miedo es que estás solo ante el miedo, tu miedo. El que tiene miedo a las arañas, el que tiene miedo a volar, el que tiene miedo a hablar en público… entras en pánico fácilmente. Miedo a la muerte, conozco a más de uno que tiene un miedo terrible a la muerte, y, en cambio, hay otras personas que no les hace nada.

¿A qué tienes miedo tu? Tener miedo y confesarlo nos hace más humanos, espero, eh aquí mi confesión.

Tengo miedo a los hospitales, tengo miedo a las agujas, tengo miedo a los cortes, tengo miedo a la sangre, tengo pánico al olor a hospital, a ese olor como de alcohol y agua oxigenada, a gasas, ese color blanco de los hospitales, blanco de las paredes, blanco de las batas de las doctoras y doctores, blanco de las gasas, de la lona de papel de la camilla. Quiero un hospital de colores, con plantas, que parezca un resort de vacaciones, para que no me recuerde ese trauma.

Trauma desde hace mucho años, viene de lejos la cosa. Viene de familia quizás, no sé si es innato o aprendido, pero hay precedentes en mi familia. Lo que tengo claro es que he estado entrenando a mi cerebro para decirle: ei, yo no puedo aguantar esto, y mi cerebro desconecta y se desmaya. Las dos vacunas del covid las aguanté sin desmayarme, después de entrenar la mente y decirle: ¿Por qué no? Yo sí voy a aguantar, voy a mirar la aguja, y voy a notar la sensación de mi cuerpo, si me desmayo, me desmayo, pero voy a notar todo el rato la sensación, lo voy a sentir.

Mi madre me dio el nombre de una mujer, terapeuta que ayudaba a la gente con estos temas. La vio por la tele, en el programa ese de tv3 de la Melero, cuando la pandemia salió a la luz que mucha gente sufrimos este problema. Vi el programa, la mujer decía esto, que si le dices a tu mente que no puedes, al final se crea un bloqueo, y hay que re-entrenar la mente para decirle que si puedes. ¿Handicap? Que es desagradable, porque yo lo resumiría con esa frase que dicen: no quieres té, pues toma dos tazas.

Yo quería ir a esa terapeuta (no descarto ir), el caso es que me deje liar en ir a otra terapeuta que conocía una colega de trabajo, que en teoría aplica el mismo método, y graso error. De entrada la fundadora de este centro me dijo que no me podía atender, y me asigno una chica que no me gustó su método ni trato. Noté frialdad, noté que realmente no sabía lo que sufría yo con eso. Y es muy difícil ayudar a alguien si no empatizas con él y sabes de lo que hablas. Ella me hacía exponer a mi fobia, relatar escenarios en lo que algún amigo mio se cortaba y yo tenía que curarlo y así. Como puedes ver, no quieres té, toma dos tazas. No mola hacer esto. Ahora veo que mi imaginación fue muy limitada, yo tenía problemas para inventar situaciones para exponerme a mi miedo, y cuando ya no se me ocurría nada la chica me atizaba diciendo, venga más, más madera, qué más te puede pasar? No sé, joder, déjame en paz… suficientemente pena tengo. Hice 2 o 3 sesiones y lo dejé.

Inventé varias situaciones escabrosas, pero ninguna fue del calibre de la que me explicó este colega el viernes.

Y es en estas situaciones cuando ves el valor de un maestro, alguien que te hace superar tus miedos, tus fobias, tus handicaps, alguien que te transmite seguridad. Nunca se olvida quien te ha ensañado. Enseñar seguramente es el ejercicio más noble. Es transferir tu conocimiento a otro, no solo el conocimiento, pasar tu confianza, ese “ei, tú lo vas a conseguir”, porque yo te enseñaré cómo hacerlo. Mi maestro de taekwondo, mi maestro de pintura, mis maestros en el trabajo, maestros de padres, maestra de pareja, maestros de amigos, etc. tener maestros de verdad es una bendición, no hay mejor regalo.

Ojalá yo haya ayudado una centésima parte de lo que me han ayudado a mí.

Ayudar, qué bonito verbo, qué bonita acción. Vamos a ayudar en lo que podamos al otro. Seguro que tienes dones que puedes enseñar, ayudar a otros. Un don puede ser simplemente escuchar, mirar y escuchar. Otro don puede ser estar allí, cuando te necesitan.

Al mundo le sobran los discursos bélicos y le falta la ayuda genuina. Decían en la tele que tal país ha dado tantos millones a Ucrania para defenderse. Son muy complejas las guerras, pero no puedo entender cómo se puede ayudar una cosa que se acaba matando unos a otros. Yo quiero ayudas como el vecino de mi colega, que cogieron el coche y lo llevaran al hospital, le salvaron la vida literalmente, podía caer desagrado e inconsciente, y lo ayudaron. Esta es la ayuda que nos conviene, ayuda de hacer el bien, de amar al prójimo.

Love is the most powerful love in the world. El amor es la fuerza más poderosa en el mundo. Ya empieza a ser mi mantra.

Feliz domingo y feliz Verbena de San Juan 2024.

Un abrazo,

Marcel

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