El arte de dirigir a tus hijos consiste en educarlos por el camino que crees que es mejor sin sufrir demasiado en el intento. Este arte se rige por muy pocas reglas y sin embargo qué difícil es hacerlo bien. La regla número uno: ser el primero en dar ejemplo. Regla número dos: tratar siempre con respeto a tus hijos. Regla número tres: tener mano izquierda para dominar ciertas situaciones y a la vez tener mano dura para no doblegarse en otras. Todo esto lo cuento porque en estas semanas veraniegas es posible que dediques más tiempo a tus hijos que el resto del año y seas más consciente de lo que significa e implica cuidar a tus hijos.
La senda de la autoridad
Realmente los niños ponen a prueba la capacidad de liderazgo de aquel que se atreva a cuidarlos. No suele funcionar ser autoritario, en cambio sí suele funcionar el tener autoridad, pero claro, para tener autoridad uno se la tiene que ganar antes. Y una buena manera de ganarse la autoridad es dar ejemplo, la regla de oro nº 1. Si después de cenar insistes que se limpien los dientes y tu no lo haces poca autoridad vas a acumular. Si pides que ordenen su juguetes y cosas y tu no ordenas lo tuyo poco caso te harán a la larga. También decir que el hecho que des tu ejemplo no significa que lo vayan a hacer de inmediato, pero vas por buen camino.
Trato de igual a igual
Es así de paradójico, pero aunque sus años se puedan contar con los dedos de una o dos manos ya claman igualdad. Si tu no haces siesta y quieres que ellos hagan siesta, ¿por qué deberían hacerla si no tienen sueño? la lógica es aplastante, así que no queda más remedio que ceder. Eso sí, si quieren ser libres para decidir si quieren o no quieren hacer siesta también tienen que ser luego consecuentes cuando más tarde les empiece a entrar el cansancio. Recordárselo no está de más.
Sólo aprenderán si consigues que te quieran
Eso oí decir, o algo parecido, a Emilio Duró, que los niños aprenden de un profesor si el profesor ha conseguido que los niños le quieran. Suscribo esta idea. ¿Y cómo se consigue que un niño te quiera? eh aquí el arte, no hay recetas, es un arte. Si bien las tres reglas que mencionaba al principio pueden ayudar.
Cuando ellos te dan lecciones a ti
Es una buena lección de humildad reconocer que más de una vez son ellos quien te dan una lección a ti. Uno piensa que porque les lleva unas décadas de ventaja lo tiene todo aprendido y que sólo es profesor. Nada más lejos de la realidad. Uno es profesor y alumno a la vez en el oficio de vivir. Profesor para transmitir la experiencia y conocimiento en poco tiempo a tu hijos. Alumno para aprender a mirar la vida como la ven ellos. Cómo decía Alberto Sánchez en un comentario reciente, hay que desaprender. Alumno también para ver cuán aprendices somos todavía y de qué manera tan imprudente podemos actuar a veces.
El tiempo de exposición
Esto es parecido al concepto de exposición de una fotografía. Aprietas el botón de la cámara, el obturador se abre y el tiempo empieza a correr. Sueltas el botón, se cierra el obturador y la foto se ha hecho. Si te pasas de tiempo la foto se quema, queda toda blanca, no se ve nada. Si te pasas de corto la foto sale oscura y tampoco se ve nada. Algo parecido pasa con la crianza de niños. Si estás muchas horas con ellos es mejor que pienses en actividades para hacer conjuntamente: ir a la piscina, hacer algo de bricolaje, hacer un pastel, lo que sea que tengan la mente ocupada en hacer algo. Lo peor desde mi punto de vista es cuando van errantes por el piso sin saber qué hacer, porque generalmente les da por hacer inventos de bombero y se acaban haciendo daño o haciendo alguna maleza. Y aquí es donde empieza a contar el tiempo de exposición.
El relevo al estilo pressing catch
No hay nada más gratificante que cuando ya estás como una foto apunto de quemarse alguien te tienda la mano y tu la choques con todas tus fuerzas para que te releve. Yo me acuerdo de mi infancia con los combates de Pressing Catch; ¡qué cutres eran y cómo me gustaban! La imagen del relevo en la lucha por parejas que se hacia en el ring no puede ser más ilustrativa.
Y todo esto me hace reflexionar en el arte de dirigir equipos de personas. En que no hay tanta distancia en dirigir niños y dirigir adultos. Al fin y al cabo todos somos personas, tengamos la edad que tengamos. ¿Qué diferencia hay entre un niño y un adulto para que le traten con respeto? Ninguna, es lo mismo. El problema es que en las empresas a veces se olvida que seguimos siendo personas y las reglas de oro para tratar a las personas se olvidan. Respeto, dar ejemplo y tener mano izquierda/dura son pilares básicos. Por eso a la hora de dirigir personas no son suficientes los títulos, las certificaciones ni un brillante curriculum. Todo esto está muy bien porque aprendes técnicas y porque alguien certifica que dominas la técnica. Pero el respeto, el dar ejemplo, el tener mano izquierda, ¿esto se puede «certificar»? Y por otro lado, todo esto es algo que como el movimiento, se demuestra cada día andando.