Sin duda alguna uno de los placeres terrenales para mi en estos días veraniegos es descansar debajo el cobijo de una encina. Sentarse al suelo, reposar la espalda en el tronco del árbol, cerrar los ojos y sentir la inmensidad de la naturaleza. Esa naturaleza de la que venimos y de la que jamás deberíamos alejarnos. Recordar que de la tierra venimos, que polvo nos convertiremos y de nuevo a la tierra nos esparciremos. En estos días en los que la ciudad ha invadido nuestras vidas da gusto, ni que sea por unos instantes, reencontrarse con la naturaleza. Oír el ruido incansable de las cigarras. Volverlo a escuchar con atención y descubrir cómo el ruido se transforma en una espléndida armonía.
Un sorbido de café y….hay!, cuan diferente sabe al café que te tomas en medio de una reunión de trabajo.
Ser invadido por una hormiga de esas gigantes, negra y roja, y descubrir cuan terrenales somos. Ver como hay vida por doquier que mires. Contemplar un árbol, que sin molestar a nadie, hace de pulmón del planeta. Ver cómo la vida pasa. Ver cómo cada cual tiene su misión y su esperanza de vida. La cigarra que durará hasta que el verano acabe. Esa mosca que durará hasta que un pájaro la capture para dar de comer a sus pollitos. Ese árbol sabio y frondoso que con su gesto impasible seguramente va a vivir más que nosotros. Seguramente vio a nuestros bisabuelos hacerse grandes, a nuestros padres, y ahora me ve a mi con mis hijos. Estos árboles, notarios de la naturaleza por excelencia.
Nuestras vidas son eso, cuatro días en la escala de medir de un árbol frondoso. Una eternidad en la escala de medir de una mosca. Todo depende, según se mire.
Y aquí debajo de un árbol es donde uno carga pilas. Aquí donde el significado del dinero no existe. Aquí donde los seres vivos hablan de igual a igual. Aquí en la paz de un árbol es donde se comprende mejor la tiranía de la ciudad, la tiranía de lo que llaman economía «avanzada».
Aquí donde el tiempo es más subjetivo que en otro lugar. Aquí donde las agujas del reloj son irrelevantes porque el tiempo lo marca el Sol. Aquí donde no puedes engañar a la naturaleza con paredes que oculten qué momento del día es.
Aquí donde todo es calma y armonía. Aquí donde el placer de descansar debajo de un árbol es mi mayor objetivo en estos momentos.