Hoy he ido a pasear por el río con mi mujer. Por el camino había unas flores con pétalos amarillos, del tamaño de la palma de la mano, son preciosas. Todas apuntaban hacia el sol, como una religión que rinde homenaje a su dios, el Sol, también mi Dios, el Sol.
Esto me ha hecho pensar que más o menos hace un año ya escribí un artículo sobre esta flor preciosa. ¿Y esto que quiere decir? Qué ha pasado un año, que las flores se han acordado de volver a salir, que yo me he acordado de volverlo a valorar, que me he acordado de volverlo a plasmar en este blog, y seguramente si estás leyendo esto es muy probable que también leyeras el artículo de hace un año.
¿Somos seres de rutinas? ¿Cuántas repeticiones de cosas hacemos a lo largo de un año? Lo del día de la marmota no es casual. ¿Cuánto de marmota tienen nuestras vidas? Se ha escrito mucho sobre esto, hay una película creo de Tom Hanks que va de eso, del día de la marmota. También hay una canción de Héroes del Silencio que dice algo como esto: “Siempre es la misma función, el mismo espectador, …”, insinuando que todo parece una vida en bucle.
Um… quizás, puede que sí, puede que no. Hay días que parece que sí, sin embargo, hay días que parecen inéditos, donde pasan cosas impredecibles y tienes un chute de adrenalina.
El Sol, nuestro amigo común con las flores amarillas, se ve que siempre está en el mismo sitio, en el centro de nuestro sistema planetario. Alrededor de él van orbitando los planetas, danzando a su alrededor, una danza cósmica. El efecto en nuestro pequeño planeta es que parece que el sol sale por el este, se va levantando, se pone arriba de todo al mediodía, y luego va descendiendo para perderse por el oeste. Nosotros los humanos lo observamos con asombro, al menos yo. Cuando el sol se pone es fácil pensar: gracias por un día más. ¿Lo he aprovechado? ¿He hecho algo bueno hoy que ayude a la humanidad?
Pero todo esto no es más que una sensación mía, porque el caso es que el Sol ha estado impertérrito allí, en el centro del sistema solar, quemando toneladas y toneladas de helio para generar luz y calor, generosamente, para darnos vida, hasta que muera. Sí, nuestra querida estrella, el Sol, han calculado que le queda no sé cuantos millones de años de vida, y luego explotara, se hará pequeña y desaparecerá. ¿Perdurará nuestra conciencia cuando esto ocurra? “Qui lo sa”, moriremos sin saberlo, o quizás alguien lo sabe, o lo ha sabido, algún sabio, que si es que sí, ya estaría bien que escribiera un blog, o hiciera un podcast y lo compartiera con nosotros, ¿no?
Salir por el este, subir a la cima, descender por el oeste. Esta es la rutina del sol. La nuestra se podría sintetizar de modo similar, cada uno de nosotros con nuestros “tropos”, con nuestras repeticiones. El que es un tío optimista se levanta con optimismo, todo le sale más o menos bien, y lo que no sale bien lo contrarresta con su optimismo. El que tiene un carácter más cenizo se levanta también y rápidamente ya busca algún motivo para agarrarse a su enfado, a su indignación con el mundo, y así va arrastrándose todo el día con este mantra.
¿Y tú, cuál es tu mantra? ¿Qué tropos repites cada día? ¿Qué cosas aguantas cada día, día tras día, aguantando estoicamente?
Cambiar nos cuesta tanto. Nos cuesta tanto como si ahora le dijésemos al Sol que salga por el Sud, y se ponga por el norte. Es una cosa que no le cabe a la cabeza del Sol y no va a suceder. Los humanos sin embargo tenemos una virtud: nuestra capacidad de conciencia, de darnos cuenta de nosotros mismos, de desacoplarnos de nosotros mismos para vernos como si nuestra persona fuera un ser ajeno, y verlo desde arriba, ver como se comporta, como se repite, como tropieza con la misma piedra una y otra vez.
Conciencia, superconciencia, presencia, conexión, presente, ser, sentir, fundirse con el momento. Todo esto es lo mismo.
Todo empieza en la conciencia. ¿Quieres adelgazar? Tienes que tomar conciencia de lo que hace que te impide adelgazar. ¿Quieres ser más social? Tienes que tomar conciencia de lo que te impide ser más social. ¿Quieres dejar un vicio, fumar, jugar a videojuegos, lo que sea? Solo la conciencia enciende la llama del cambio.
Otros seres lo han conseguido, con perseverancia. La perseverancia, qué palabra tan bonita. ¿Por qué no hay nombre de persona que sea Perseverancia? Sí que hay nombres como Esperanza, y similares, pero creo que no hay ninguna que se llame Perseverancia.
Perseverancia es lo que hace que esa preciosa flor amarilla que he visto hoy vuelva a salir, esperando un ciclo de nuestro planeta Tierra dar la vuelta a nuestro querido Sol. ¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Dónde se guardan las semillas de la planta durante un año? ¿Cómo sabe la planta cuando es el momento de salir? Es un misterio difícil de explicar. Igual de difícil de explicar es el misterio de personas que cambian, que eran de una manera y sen han reconvertido en otras personas, de carácter, de físico.
Y bueno, querido lector, querida lectora, me gustaría acabar con una mención a un nuevo álbum de música de la artista Hania Rani, el álbum se llama “Nostalgia - Live”, desde que lo empecé a escuchar he quedado prendado, es una maravilla. ¿Por qué? Porque es íntimo, sentido, porque te transporta en otra dimensión, donde si le pones ganas e imaginación puedes volar, puedes ver incluso tus antepasados, hay una canción que se llama “Bailando con fantasmas - Dancing with Ghosts”, que muy bien puede provocarte esto.
Y el título no podía ser más enfermizo, Nostalgia. Se dice que la nostalgia es prima hermana de la gente con propensión a la depresión, porque te aferras a un pasado idealizado, que seguramente no fue así, pero tu mente se encarga de magnificarlo, y tu cerebro quiere anclarse en el pasado, en la nostalgia.
Y así, entre el presente, entre la superconciencia del momento y la nostalgia del pasado nos entretenemos, pasamos la vida, damos parte de la ascensión del Sol, y su descenso.
Que tengas un feliz domingo,
Un abrazo,
Marcel