Sobre la vida, la muerte y la realidad
¿Podría ser todo un sueño? Lo que crees que es la vida real fuera tan solo una dimensión más de otra realidad, como cuando te despiertas de un sueño.
Hoy he tenido un sueño que era muy real, en él podía ver, podía escuchar, podía sentir emociones, podía sentir el tacto, notaba como intentaba pasar por el pasillo de un bar, y notaba en mi pecho el roce de la barra y el frígorífico de vidrio donde guardan comida, me apretaba al pasar de lo estrecho que era.
Te levantas y tomas tu café, y piensas: ah, lo de antes fue un sueño. Pero era tan real. El cerebro consigue generar esos estímulos para que no puedas distinguirlo. Y eso me genera la pregunta: ¿los estímulos que recibimos de lo que pensamos “realidad”, es una realidad como tal? ¿Cómo puedo estar seguro?
Esto es muy filosófico, lo sé, pero llevo dándole vueltas hace unos días, a raíz de una lectura rápida a un capítulo de un libro que me compré en Nueva York, un libro de Deepak Chopra, del que ya te he hablado alguna vez en este blog. El libro se llama “Secrets”. En este capítulo el autor afirma que no ha habido científico que haya podido demostrar que la realidad existe. Todo son estímulos que llegan a nuestro cerebro, nervios que se activa, imágenes que se generan en nuestro cerebro, pero no ha habido manera de demostrar que eso que se genera en tu mente es lo que existe fuera de tu mente. Todos sabemos que en una conversación de bar diríamos: “este tío está chalado”, y, sin embargo, una semilla de duda ha dejado dentro de mí.
¿Qué pasa cuando mueres? ¿Tu cerebro se apaga y se funde todo? ¿Cómo cuando acaba una función de teatro y se apagan las luces? ¿O sigue existiendo la realidad a pesar de que tú mueres? El caso es que hemos visto a personas morir y nosotros seguimos vivos, y pensamos: ah, el mundo existe a pesar de que se haya muerte esta persona. ¿Pero y si todo el mundo lo crea tu mente? Y cuando mueres también muere ese mundo. Todas esas personas eras tu mismo, tu reverso, tu anverso, pero no lo supiste ver cuando vivías. Esas personas que te daban tanta rabia era porque en el fondo eras tu también, tu parte de ti que no querías ver.
El budismo dice que no hay dualidad, si lo he entendido bien. No hay tu ni yo, somos uno. No hay objeto ni sujeto, sólo hay un todo.
Cuesta de creer porque estamos tan imbuidos en el tu y yo, en el mio y tuyo, que no sabemos imaginar un mundo donde sólo hay un todo en el que formamos parte.
Para acabar de generar más duda y desconcierto están las vivencias de personas que se ha comprobado que técnicamente estaban muertas, y, sin embargo, tienen la experiencia real de haber estado viviendo, y luego cuando químicamente volvieron a la vida recordaron lo que pasó mientras estaban en el limbo.
Todo es tan misterioso. En el colegio había profesores de mates, de literatura, de biología, de inglés. Tú tenías una duda y le preguntabas a tu profe y te respondía, sin titubeos y con 100 % exactitud. Eso era solo un aperitivo. Y sobre la vida, ¿qué profesores tenemos? ¿A quién podemos ir a preguntar? Y esos maestros que dicen que hay que han trascendido y han llegado a la verdad, ¿Dónde están para hacerles estas preguntas?
Es abrumador. Es mucho mejor dejarse llevar por el día a día, los marrones del trabajo, las desgracias que salen en el televisor, el resultado del partido de futbol del día anterior, las declaraciones de tal entrenador o de tal jugador. Este conforma una realidad completa, consistente, con un elenco de emociones suficiente, con las reglas del juego del tuyo y mío, del tu y yo por separado. Y así vamos dando patada adelante, hasta que nos llega nuestro día, sin apenas haber hecho los deberes ni haber tenido maestro que nos acompañe.