Lo veo todo. Esto es lo que dice un cuadro pintado con pinturas acrílicas creo (o óleo, no sé), de Andreu Buenafuente. Aparte de comunicador, humorista, presentador de tele, también pinta. Yo le compré esta lámina, que es un simple corazón con un ojo en el medio, y debajo del corazón en letra escrita por Andreu dice: “Lo veo todo”.

La lámina la tengo en mi despacho, y me recuerda que el corazón lo ve todo. Es como una película fotográfica, eso que nos han contado en algún momento de la vida sobre las cámaras fotográficas, que abren el diafragma y la luz empieza a impactar la película.

Tengo un amigo que hace fotos espectaculares del Universo, yo hago de una plantita por aquí o por allí, él va a lo grande, hace fotos de nebulosas, cuasars, etc. El truco es el tiempo de exposición, capturar la luz durante mucho tiempo. Él me explica cómo lo hace, es fascinante, hace centenares de fotos, imágenes, y luego con un programa las superpone una encima de la otra, hasta que queda una imagen que parece que estés a años luz de nuestro planeta.

Esto lo hace desde aquí mismo, Sabadell. Y puede ver Galaxias y estrellas que están a millones de kilómetros, ni siquiera sirve esta unidad de medida, hay que ir ya con años luz, la distancia que recorre la luz en un año.

¿Y por qué lo puede hacer? Porque la película lo capta todo, al igual que nuestro corazón lo capta todo. Somos una maquinaria tan sofisticada que captamos el más insignificante detalle, un gesto, un tono de voz, una falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se expresa, nuestro corazón lo capta todo, y lo registra en su caja negra, igual que los aviones dicen que tienen una caja negra donde se registra todo.

Quien pudiera desvelar todo lo que capta el corazón. Hay que estar muy conectado para poderlo ver, conectado con uno mismo, hay que adoptar una postura contemplativa ante la vida para poderlo verlo, hay que callar más que hablar, escuchar, hablar solo con la mirada, y entonces captar lo que comunica el otro, lo que nos quiere decir.

Mola pensar que hay alguien, algo, que lo ve todo de ti, que nota como te sientes, si te sientes feliz, si te sientes triste, si tienes rabia, si te viene el odio: oh, que sentimiento más jodido, es como una cuerda, como más tiras más cuerda te da, hay que evitar coger la cuerda del odio, hay que observar el sentimiento, observar, notar que siente tu cuerpo pero no interactuar, simplemente observarlo.

Este es tu poder, el poder de tu conciencia, como si fuera la película de un fotógrafo, capturando la emoción de la rabia, de la ira, del odio, simplemente capturando y dejando que impacte la película, sin interactuar con ella. Este es el poder de la conciencia, que de repente es como si hubiera un segundo “nosotros”, a nuestro lado, observando lo que pasa, impertérrite, sin inmutarse.

Sería un poco como cuando con el segundo hijo te hace la pataleta (digo segundo, porque con el primero sueles entra al trapo), y tú lo observas así de calmada, sin interactuar, demostrando que aquí quien controla la situación eres tú y no él. Y cuando se ha cansado, dices: ¿ya has acabado? Venga, vamos a hacer tal cosa o tal otra.

No escuchar nuestro corazón no aleja de ser quienes somos, y de amar como queremos. Si quieres abrazar a quien tienes cerca, dale un abrazo. Si admiras a alguien y quieres tirarle una florecita, pues tírasela, no te mueras sin haberlo hecho, siempre desde el tacto y respeto, pero no reprimas lo que siente tu corazón.

Tu corazón lo ve todo.

Y aquí nace tu libertad, cuando escuchas a tu corazón sin prejuicios. De ahí también este movimiento LGTBI que está tan presente en estos tiempos, porque son personas que escuchan su corazón sin prejuicios, y aman sin complejos.

Estamos llenos de prejuicios. La belleza es belleza y punto. Cuando observas un pájaro precioso no te planteas nada sobre su sexo, ni si es sensato que te guste un animal de otra especie. Lo mismo con las flores, nos gustan todas, las queremos, hay personas que les hablan, que mantienen una relación incluso con las plantas, crecen y se hacen bonitas porque se sienten acompañadas y bien cuidadas por una persona. Y nadie cuestiona que te guste una planta, un pájaro, un caballo, qué bonitos son los caballos.

Sea lo que sea que te guste, tu corazón lo ve todo. Así que tienes una buena brújula para guiarte.

¡Que tengas un feliz domingo!

Un abrazo,

Marcel